miércoles, 9 de abril de 2008

Lenguaje, Cultura y Expresión

Es sumamente violenta la manera en la que la vida se muestra. Las cosas se hacen presentes de una forma tan contundente que es imposible tomar distancia de ellas. Estamos rodeados de cosas, las tenemos todo el tiempo encima, están adheridas a nuestro ser y algo tenemos que hacer para movernos entre ellas, entre el ser que son.
En el camino de la experiencia nos enfrentamos a la diversidad de todos estos seres, a la inmanencia del cambio en el cual se da un proceso exageradamente hermoso. Irrumpimos en el mundo ante una descomunal belleza que provoca en nosotros un estado de afectos y pasiones exacerbado.

Cuántas flores en el campo se exponen sin ser vistas jamás,
cuántas de ellas son fragancia hermética,
cuántos pétalos esperan en vano dar respuesta a la incertidumbre,
cuántos capullos recipientes de potencia estética son promesas cuyo fulgor nunca florecerá.
¡Cuánta belleza hay en el mundo destinada a ser ignorada!

Ante todo este grandilocuente y denso fluir de las cosas, hemos dado alaridos y gemidos provocados por el paroxismo y la necesidad de un nuevo camino a Eleusis. Hemos creado mitos. Entre ellos el de la unidad de las cosas, el de la verdad, el del conocimiento objetivo. Ordenamos el mundo que nos trasciende según nuestra percepción instintiva de la vida. Así, el conocimiento como cápsula de verdades asequibles a nuestra inteligencia, surge de una serie de chillidos y berridos cuya naturaleza olvidamos ensalzándolos con un monstruoso graznido: El lenguaje. Nos admiramos del brillo aparente de ciertas palabras y las anhelamos y ansiamos como finos cristales que arrojan luz sobre el mundo, sin embargo, hemos olvidado el proceso de cristalización que se halla en un estado de ánimo alterado, irracional, meramente gutural, pero sumamente compartido. La verdad radica en este olvido y en la solidaridad del que decide. El armatoste llamado lenguaje, con el que la verdad se crea y se defiende a sí misma es móvil, siempre está dispuesto a ser devorado por sí mismo, con la única diferencia de que el recién llegado debe contener a todos los anteriores acercándose cada vez más a la “verdad” entendida como algo que se descubre. Dicha voracidad caníbal aparentemente nutritiva y en suma, la ingenua búsqueda del lenguaje de la naturaleza, no es más que la herencia de una época en la que la idea del origen del cosmos por medio de la palabra, tuvo una fuerza persuasiva que sedujo a la mayoría. La verdad es una mentira colectiva. Sólo hay mitos creados por medio del lenguaje que brota de la experiencia, mitos que sostenemos y que defendemos, sinécdoques, metonimias y metáforas, tropos excelentes que han permitido todo lo que tenemos y que englobamos en otra palabra: Cultura. En la medida en la que nuestro proceso creativo provea mitos, en la medida en la que nuestra solidaridad los acepte, en la medida en que nos hagamos de un lenguaje para defenderlo con nuestros tropos favoritos, en esa medida haremos conocimiento. Seduciremos a la gente con nuestra manera de hablar y en la medida en que lo logremos, lo que digamos será verdad.

El que sabe es el que se encuentra perturbado, el que tiene todos los poros de la piel abiertos, el que está dispuesto a sentir por todas partes, el que lanza rugidos de una manera tan extraña y tan singular que contagia. Así es como el chamán en sus vuelos curva el espacio con el movimiento de sus labios, así es como captura la atención de los demás y los absorbe.
El lenguaje es el invento tecnológico por excelencia. Nos ha permitido movernos entre los demás seres, entre el ser que es el mar, entre el ser que es el cielo y recientemente entre el ser que es el espacio estelar. La verdad es pues un mito útil que permite sólo el deslizamiento de nuestro ser entre las mareas terrestres, aéreas y cósmicas, gracias a él somos cosmonautas y en consecuencia por su naturaleza tangencial, práctica y utilitaria no atrapa ni se asemeja a la esencia de las cosas, es una envoltura que nada ajeno a los hombres recubre. El sustento del conocimiento es pues un pozo movedizo reforzado por una desmedida fe irracional en nuestra racionalidad. Reflexionamos sobre las experiencias que hemos tenido y tomamos decisiones en base a las conclusiones a las que llegamos de manera inductiva sobre cosas que no hemos experimentado jamás. El paso inductivo se apoya en la experiencia, en la estadística y así con este sustento supuestamente sólido, es como obtenemos “verdades” nuevas creyendo que hay una naturaleza intrínseca de las cosas que presume una forma de ser, una especie de carácter que se comporta y reacciona ante nosotros.
Tengo muchas ganas de verdades, tengo muchas ganas de adherirme a lo que en este momento sólo es potencia en el mundo y tal vez tristemente como los capullos que en el campo se marchitan nunca se logre la flor inmarcesible que estoy esperando...

Cuánta verdad hay en el mundo que no será dicha jamás,
cuántas pulsiones hay en los hombres que no prosperarán para ver la luz en forma de palabras,
cuántas palabras que no diré,
cuántas pronunciaré frente al vació,
¿Cuántas serán entendidas?,
¿Cuántas otras serán colocadas entre tantas más?

Hemos venido al mundo a experimentar, a volvernos inevitablemente locos, a inventar palabras, a inventar usos de ellas, a definir la verdad y no a construirla pues esto remite al espíritu a una concepción de plan maestro, de progreso, de avance, de finalidad. En cambio la definición me gusta más, es a capricho, útil, alivia el alma, es un paliativo para la locura cuando esta nos colma.
Por el momento estoy acá, del otro lado del espejo, en una categoría opuesta en la que aún la verdad no se ha dicho. Aguardo casi en silencio, invocando con palabras, canciones y escritos que más que dar razón de cómo son en realidad las cosas, tienen como finalidad algo más modesto: Expresarme. La verdad aquí está esperando ser pronunciada. Aquí no hay más que lo que podamos definir con lo que digamos, y como decía en un principio, una potencia desmesurada de hermosura, muchos capullos esperando ondular con su fragancia en el espacio que aguarda impaciente los pétalos que serán su atavío.
29/10/06

2 comentarios:

  1. "La verdad nunca será conocida", es decir que estamos viviendo en un mundo raro, inventado, sin esencia, o los grandes filósofos nos han mentido? o las guerras o los grandes movimientos sociales han sido expresión de ellas? o aún más, ¿las ciencias, el conocimiento, la tierra, el universo es falacia adquirida por los seductores del lenguaje?

    Creo que aquí hay conclusiones que merecen razonamiento colectivo.

    ResponderEliminar
  2. mmm mmm mmm mmm
    mmm mmm mmm

    podria poner un par de cosas pero mejor las dire por otros medios mas fluidos

    pero tengo un par de amigos que dirian, "dejate de joder y andate!"

    abraZOte

    ResponderEliminar