Ayer fue 15 de Septiembre. La música mexicana sonaba por todos lados, el tequila se servía para brindar por la independencia y los platos de pozole aderezaban la mesa familiar. Cada vez que una cuchara se hundía entre el caldo caliente para capturar algunos garbanzos escondidos en el fondo del plato, se escuchaba un ruidito que ya todos en conjunto me parecían la marcha firme del segundero en un reloj. En cuanto dieron las 12 de la noche, el grito de ¡Viva México Cabrones! no se hizo esperar. Algunas horas después alguién recordaba que el año pasado, justo a las 12 de la noche durante la celebración de la independencia en la ciudad de Morelia, del estado de Michoacán, un grupo de personas inconformes que se hacen llamar hoy "Los zetas", entraron en la escena pública al detonar una granada entre miles de personas que celebraban de manera pacífica en el centro de la ciudad aquel día. El comentario provocó que la plática familiar girase en torno a una disyuntiva: a casi 200 años de sacudirse el yugo español, ¿Tenemos los mexicanos algo que celebrar? Durante una parte de la madrugada se esgrimieron los argumentos en favor y en contra de celebrar la independencia, pero poco a poco, la música de mariachi que había de fondo, se fue apoderando de todos y al calor ya de varios tragos de tequila, la dinámica familiar se transformó en una fiesta de verdad. Anoche en México se cantó y se bailó mucho, ¡Qué bonito es el folklor mexicano! Hoy es 16, son las 9:30 am y las calles están vacías, México duerme y creo que sueña; no sé si al despertar recuerde su sueño, pero por el momento, entre el sonido de los relámpagos, me llegan los ecos de tres teponaztles y dos caracoles que vienen de la punta del cerro de la estrella. Son los danzantes con sus trajes de plumas y sus enormes penachos. Es inminente por el color del cielo que alcanzo a ver por la ventana, que se avecina una gran tormenta. Pobres danzantes, sólo espero que no les caiga un rayo porque en cuanto a la lluvia se refiere, seguro quedarán totalmente empapados. ¡Qué Ironía! también desde la ventana alcanzo a leer una propaganda del gobierno federal que pone: "En Febrero de 2010, la Ciudad de México Podría Quedarse sin Agua" En este momento, en este lugar que antaño estuviera rodeado por hermosos lagos, duerme México arrullado por la música prehispánica de un puñado de mexicanos.
miércoles, 16 de septiembre de 2009
domingo, 21 de junio de 2009
Signe
Abre las ventanas, levanta los brazos y abraza con gusto lo que venga del horizonte hacia ti, deja que la vida te acaricie con el aire que viene del mar, respira profundo y disfruta a plenitud de ese momento de satisfacción suprema, eso es, respira, energízate, aspira los minerales que han arrojado los volcanes y siente su potencia, su vigor. Abre las manos y permite que las sensaciones se apoderen totalmente de ellas. Abre el pecho y el corazón, abre la boca y saca la lengüa, levanta las cejas y abre tus bellos ojos, abre tu cabeza, abre tus sueños y tus pasiones, abre las piernas y abre por Dios la ostra primigenia, no le niegues más al mundo el brillo que puedes dar, creeme, sé cómo lucirán tus perlas.
viernes, 29 de mayo de 2009
Necios
Cristales: ejemplos por excelencia de orden y opulencia. Sus brillos iluminan la noche y sin embargo, son pura materia inerte.
Así es la cabeza de muchos, brillante, ordenada, perfecta, pero sobre todo muerta.
¡Que caos tan vivificante adorna el pulso cardiaco hecho electrocardiograma!
¡Que triste es la monótona y ordenada línea recta que anuncia la muerte!
Hubo una vez un insensato, que no conforme con comprobar que la tierra era redonda, la midió. Se llamaba Eratóstenes y se dejó morir de hambre. ¡Que nubes tan cargadas debieron bendecir la oscuridad en el espíritu de este necio!
¿Qué criatura en este planeta anhela orden en su cabeza?
¿Acaso alguna especie con plumaje resplandeciente?
¿Quiénes son estos loros multicolores que levantan la voz entre Tzenzontles?
Así es la cabeza de muchos, brillante, ordenada, perfecta, pero sobre todo muerta.
¡Que caos tan vivificante adorna el pulso cardiaco hecho electrocardiograma!
¡Que triste es la monótona y ordenada línea recta que anuncia la muerte!
Hubo una vez un insensato, que no conforme con comprobar que la tierra era redonda, la midió. Se llamaba Eratóstenes y se dejó morir de hambre. ¡Que nubes tan cargadas debieron bendecir la oscuridad en el espíritu de este necio!
¿Qué criatura en este planeta anhela orden en su cabeza?
¿Acaso alguna especie con plumaje resplandeciente?
¿Quiénes son estos loros multicolores que levantan la voz entre Tzenzontles?
sábado, 18 de abril de 2009
¿Quién soy?
Un enigma para mí mismo. Una incógnita que sólo aparece parcialmente y sin avisar. Una cápsula porosa que se desborda sin remedio. Red vacía que ama la sensación catártica que provoca el impulso total de sus voliciones. Abismo que sólo se apacigua devorándose a sí mismo consumiendo intensamente sus deseos. Una bestia fantasiosa que con la mirada se viste de alebrije, y que con la lengua, lame sus ojos para sanar el ardor que suscita la plétora de imágenes bellas, imágenes que se cuelan por su embudo visual desgarrando cualquier aspiración de unidad. Una multiplicidad que se revuelca en el fango de lo mágico, de lo místico, de lo que sólo es poesía encantadora, de lo que se ubica entre la objetividad sonora de sus pronunciaciones y la subjetividad hermenéutica de las representaciones seductoras que indica. Una multiplicidad que no es una sino plural. Pluralidad por lo demás, basada en la sólida firmeza de la nada.
miércoles, 25 de marzo de 2009
Ataque de pánico
Así, sin más y frente al vacio, repentinamente me viene la sensatez que enfrenta a todas mis sensaciones con la posibilidad de morir, siento en mi cuerpo el pánico a plenitud sin que haya amenza que lo provoque. Por alguna razón, se apodera de mí súbitamente, un estado de alarma sin sentido, y con la adrenalina a flor de piel, lejos de cualquier peligro, mis manos transpiran el perfume de la angustia.
Es claro que no es la muerte en sí lo que me aterra, sino su inexorable posibilidad, su viabilidad, su potencia. De esto puedo estar totalmente seguro, pues en esos momentos en los que el miedo me absorbe, no hay sujetos o cosas que me circunden en los cuales pueda depositar la causa de semejante estado de ánimo. Es un miedo que simplemente no tendría por qué sentir si no fuera precisamente, porque la posibilidad de morir se encuentra ahí, como una nada con toda su fuerza.
Ante la claridad de esta nada y con la convicción de su posibilidad, advierto algo más profundo, y es que cuando expreso el miedo a morir, no me refiero a la muerte como sinónimo del momento en el cual culmina la agonía. Sé que no voy a morir, no existe ninguna situación de riesgo frente a mí en esos momentos. Y tampoco me refiero a la muerte de éste ó aquel ser que pudieran estar siendo amenazados frente a mí, siendo yo un mero espectador fuera de peligro, no, me refiero más bien a la muerte en su interpretación alegórica de realidad exterminadora, de crepúsculo de lo existente independientemente de su situación ontológica.
Repentinamente me asusta la posibilidad de que el mundo devenga. Es extraño, pero existe un océano inmenso que distingue entre el seguro y firme continente que sabe de cierto que va a morir, y el individuo activo que vive la vida entre las olas, y al cual neptuno, le ha revelado la posibilidad de morir.
Siento en la piel el filo de todas las navajas.
Me llega del horizonte un sabor ajeno.
Tengo miedo, pues siento en la tierra que piso, el paso de un mundo nuevo.
miércoles, 9 de abril de 2008
Lenguaje, Cultura y Expresión
Es sumamente violenta la manera en la que la vida se muestra. Las cosas se hacen presentes de una forma tan contundente que es imposible tomar distancia de ellas. Estamos rodeados de cosas, las tenemos todo el tiempo encima, están adheridas a nuestro ser y algo tenemos que hacer para movernos entre ellas, entre el ser que son.
En el camino de la experiencia nos enfrentamos a la diversidad de todos estos seres, a la inmanencia del cambio en el cual se da un proceso exageradamente hermoso. Irrumpimos en el mundo ante una descomunal belleza que provoca en nosotros un estado de afectos y pasiones exacerbado.
Cuántas flores en el campo se exponen sin ser vistas jamás,
cuántas de ellas son fragancia hermética,
cuántos pétalos esperan en vano dar respuesta a la incertidumbre,
cuántos capullos recipientes de potencia estética son promesas cuyo fulgor nunca florecerá.
¡Cuánta belleza hay en el mundo destinada a ser ignorada!
Ante todo este grandilocuente y denso fluir de las cosas, hemos dado alaridos y gemidos provocados por el paroxismo y la necesidad de un nuevo camino a Eleusis. Hemos creado mitos. Entre ellos el de la unidad de las cosas, el de la verdad, el del conocimiento objetivo. Ordenamos el mundo que nos trasciende según nuestra percepción instintiva de la vida. Así, el conocimiento como cápsula de verdades asequibles a nuestra inteligencia, surge de una serie de chillidos y berridos cuya naturaleza olvidamos ensalzándolos con un monstruoso graznido: El lenguaje. Nos admiramos del brillo aparente de ciertas palabras y las anhelamos y ansiamos como finos cristales que arrojan luz sobre el mundo, sin embargo, hemos olvidado el proceso de cristalización que se halla en un estado de ánimo alterado, irracional, meramente gutural, pero sumamente compartido. La verdad radica en este olvido y en la solidaridad del que decide. El armatoste llamado lenguaje, con el que la verdad se crea y se defiende a sí misma es móvil, siempre está dispuesto a ser devorado por sí mismo, con la única diferencia de que el recién llegado debe contener a todos los anteriores acercándose cada vez más a la “verdad” entendida como algo que se descubre. Dicha voracidad caníbal aparentemente nutritiva y en suma, la ingenua búsqueda del lenguaje de la naturaleza, no es más que la herencia de una época en la que la idea del origen del cosmos por medio de la palabra, tuvo una fuerza persuasiva que sedujo a la mayoría. La verdad es una mentira colectiva. Sólo hay mitos creados por medio del lenguaje que brota de la experiencia, mitos que sostenemos y que defendemos, sinécdoques, metonimias y metáforas, tropos excelentes que han permitido todo lo que tenemos y que englobamos en otra palabra: Cultura. En la medida en la que nuestro proceso creativo provea mitos, en la medida en la que nuestra solidaridad los acepte, en la medida en que nos hagamos de un lenguaje para defenderlo con nuestros tropos favoritos, en esa medida haremos conocimiento. Seduciremos a la gente con nuestra manera de hablar y en la medida en que lo logremos, lo que digamos será verdad.
El que sabe es el que se encuentra perturbado, el que tiene todos los poros de la piel abiertos, el que está dispuesto a sentir por todas partes, el que lanza rugidos de una manera tan extraña y tan singular que contagia. Así es como el chamán en sus vuelos curva el espacio con el movimiento de sus labios, así es como captura la atención de los demás y los absorbe.
El lenguaje es el invento tecnológico por excelencia. Nos ha permitido movernos entre los demás seres, entre el ser que es el mar, entre el ser que es el cielo y recientemente entre el ser que es el espacio estelar. La verdad es pues un mito útil que permite sólo el deslizamiento de nuestro ser entre las mareas terrestres, aéreas y cósmicas, gracias a él somos cosmonautas y en consecuencia por su naturaleza tangencial, práctica y utilitaria no atrapa ni se asemeja a la esencia de las cosas, es una envoltura que nada ajeno a los hombres recubre. El sustento del conocimiento es pues un pozo movedizo reforzado por una desmedida fe irracional en nuestra racionalidad. Reflexionamos sobre las experiencias que hemos tenido y tomamos decisiones en base a las conclusiones a las que llegamos de manera inductiva sobre cosas que no hemos experimentado jamás. El paso inductivo se apoya en la experiencia, en la estadística y así con este sustento supuestamente sólido, es como obtenemos “verdades” nuevas creyendo que hay una naturaleza intrínseca de las cosas que presume una forma de ser, una especie de carácter que se comporta y reacciona ante nosotros.
Tengo muchas ganas de verdades, tengo muchas ganas de adherirme a lo que en este momento sólo es potencia en el mundo y tal vez tristemente como los capullos que en el campo se marchitan nunca se logre la flor inmarcesible que estoy esperando...
Cuánta verdad hay en el mundo que no será dicha jamás,
cuántas pulsiones hay en los hombres que no prosperarán para ver la luz en forma de palabras,
cuántas palabras que no diré,
cuántas pronunciaré frente al vació,
¿Cuántas serán entendidas?,
¿Cuántas otras serán colocadas entre tantas más?
Hemos venido al mundo a experimentar, a volvernos inevitablemente locos, a inventar palabras, a inventar usos de ellas, a definir la verdad y no a construirla pues esto remite al espíritu a una concepción de plan maestro, de progreso, de avance, de finalidad. En cambio la definición me gusta más, es a capricho, útil, alivia el alma, es un paliativo para la locura cuando esta nos colma.
Por el momento estoy acá, del otro lado del espejo, en una categoría opuesta en la que aún la verdad no se ha dicho. Aguardo casi en silencio, invocando con palabras, canciones y escritos que más que dar razón de cómo son en realidad las cosas, tienen como finalidad algo más modesto: Expresarme. La verdad aquí está esperando ser pronunciada. Aquí no hay más que lo que podamos definir con lo que digamos, y como decía en un principio, una potencia desmesurada de hermosura, muchos capullos esperando ondular con su fragancia en el espacio que aguarda impaciente los pétalos que serán su atavío.
29/10/06
En el camino de la experiencia nos enfrentamos a la diversidad de todos estos seres, a la inmanencia del cambio en el cual se da un proceso exageradamente hermoso. Irrumpimos en el mundo ante una descomunal belleza que provoca en nosotros un estado de afectos y pasiones exacerbado.
Cuántas flores en el campo se exponen sin ser vistas jamás,
cuántas de ellas son fragancia hermética,
cuántos pétalos esperan en vano dar respuesta a la incertidumbre,
cuántos capullos recipientes de potencia estética son promesas cuyo fulgor nunca florecerá.
¡Cuánta belleza hay en el mundo destinada a ser ignorada!
Ante todo este grandilocuente y denso fluir de las cosas, hemos dado alaridos y gemidos provocados por el paroxismo y la necesidad de un nuevo camino a Eleusis. Hemos creado mitos. Entre ellos el de la unidad de las cosas, el de la verdad, el del conocimiento objetivo. Ordenamos el mundo que nos trasciende según nuestra percepción instintiva de la vida. Así, el conocimiento como cápsula de verdades asequibles a nuestra inteligencia, surge de una serie de chillidos y berridos cuya naturaleza olvidamos ensalzándolos con un monstruoso graznido: El lenguaje. Nos admiramos del brillo aparente de ciertas palabras y las anhelamos y ansiamos como finos cristales que arrojan luz sobre el mundo, sin embargo, hemos olvidado el proceso de cristalización que se halla en un estado de ánimo alterado, irracional, meramente gutural, pero sumamente compartido. La verdad radica en este olvido y en la solidaridad del que decide. El armatoste llamado lenguaje, con el que la verdad se crea y se defiende a sí misma es móvil, siempre está dispuesto a ser devorado por sí mismo, con la única diferencia de que el recién llegado debe contener a todos los anteriores acercándose cada vez más a la “verdad” entendida como algo que se descubre. Dicha voracidad caníbal aparentemente nutritiva y en suma, la ingenua búsqueda del lenguaje de la naturaleza, no es más que la herencia de una época en la que la idea del origen del cosmos por medio de la palabra, tuvo una fuerza persuasiva que sedujo a la mayoría. La verdad es una mentira colectiva. Sólo hay mitos creados por medio del lenguaje que brota de la experiencia, mitos que sostenemos y que defendemos, sinécdoques, metonimias y metáforas, tropos excelentes que han permitido todo lo que tenemos y que englobamos en otra palabra: Cultura. En la medida en la que nuestro proceso creativo provea mitos, en la medida en la que nuestra solidaridad los acepte, en la medida en que nos hagamos de un lenguaje para defenderlo con nuestros tropos favoritos, en esa medida haremos conocimiento. Seduciremos a la gente con nuestra manera de hablar y en la medida en que lo logremos, lo que digamos será verdad.
El que sabe es el que se encuentra perturbado, el que tiene todos los poros de la piel abiertos, el que está dispuesto a sentir por todas partes, el que lanza rugidos de una manera tan extraña y tan singular que contagia. Así es como el chamán en sus vuelos curva el espacio con el movimiento de sus labios, así es como captura la atención de los demás y los absorbe.
El lenguaje es el invento tecnológico por excelencia. Nos ha permitido movernos entre los demás seres, entre el ser que es el mar, entre el ser que es el cielo y recientemente entre el ser que es el espacio estelar. La verdad es pues un mito útil que permite sólo el deslizamiento de nuestro ser entre las mareas terrestres, aéreas y cósmicas, gracias a él somos cosmonautas y en consecuencia por su naturaleza tangencial, práctica y utilitaria no atrapa ni se asemeja a la esencia de las cosas, es una envoltura que nada ajeno a los hombres recubre. El sustento del conocimiento es pues un pozo movedizo reforzado por una desmedida fe irracional en nuestra racionalidad. Reflexionamos sobre las experiencias que hemos tenido y tomamos decisiones en base a las conclusiones a las que llegamos de manera inductiva sobre cosas que no hemos experimentado jamás. El paso inductivo se apoya en la experiencia, en la estadística y así con este sustento supuestamente sólido, es como obtenemos “verdades” nuevas creyendo que hay una naturaleza intrínseca de las cosas que presume una forma de ser, una especie de carácter que se comporta y reacciona ante nosotros.
Tengo muchas ganas de verdades, tengo muchas ganas de adherirme a lo que en este momento sólo es potencia en el mundo y tal vez tristemente como los capullos que en el campo se marchitan nunca se logre la flor inmarcesible que estoy esperando...
Cuánta verdad hay en el mundo que no será dicha jamás,
cuántas pulsiones hay en los hombres que no prosperarán para ver la luz en forma de palabras,
cuántas palabras que no diré,
cuántas pronunciaré frente al vació,
¿Cuántas serán entendidas?,
¿Cuántas otras serán colocadas entre tantas más?
Hemos venido al mundo a experimentar, a volvernos inevitablemente locos, a inventar palabras, a inventar usos de ellas, a definir la verdad y no a construirla pues esto remite al espíritu a una concepción de plan maestro, de progreso, de avance, de finalidad. En cambio la definición me gusta más, es a capricho, útil, alivia el alma, es un paliativo para la locura cuando esta nos colma.
Por el momento estoy acá, del otro lado del espejo, en una categoría opuesta en la que aún la verdad no se ha dicho. Aguardo casi en silencio, invocando con palabras, canciones y escritos que más que dar razón de cómo son en realidad las cosas, tienen como finalidad algo más modesto: Expresarme. La verdad aquí está esperando ser pronunciada. Aquí no hay más que lo que podamos definir con lo que digamos, y como decía en un principio, una potencia desmesurada de hermosura, muchos capullos esperando ondular con su fragancia en el espacio que aguarda impaciente los pétalos que serán su atavío.
29/10/06
Malherido
Respirar es oxigenar la facultad de herirnos. Cada inhalación es un giro en el esmeril de la piedra que afila el total de nuestras acciones, el intermitente proceso punzo cortante de vivir la vida. Para el vivo no es posible tomar distancia de este natural acto de laceración colectiva. Al que vive le duele la vista, el olfato, el oído, el gusto y el tacto, le duele estar vivo e igualmente le duele lo no vivo, lo muerto, lo inanimado. Tal vez sólo en ese sentido el hombre es rico, pues en cuanto a dolencias se refiere, no discrimina, el que vive sabe que lo inerte lastima, que nada escapa al desgarrador fluido de la experiencia, que es imposible no vivir una vida llena de pena y castigo. Todos sobrevolamos el mundo malheridos, con la piel arponeada por vientos secos de gigantes y diminutos anzuelos. Miramos las suaves y coloridas visiones del mundo con la vista erosionada, sanguinolenta, víctima del filo agudo que posee la profusión icónica de la naturaleza. Saboreamos el viento que nos rodea con la lengua que arroja y recibe puñaladas en cada palabra, en cada silencio. No es posible tocar la vida sin sentir lo áspero de su piel tersa y uniforme, piel que huele a adrenalina y que se respira para poder vivir. Nuestra nariz es verdaderamente roja, no como la nariz sin sangre cuyo destello oculta, el rostro derruido del actor que cubre sus fosas nasales adoloridas, cuando ríe de dientes para afuera y provoca lo mismo entre los que miran su maquillaje… nuestra nariz no es una bola estéril. Todo el tiempo resuena en nuestros oídos el exceso de sangre que recorre nuestro cuerpo y que se desborda por nuestra cabeza, por nuestro pecho. Somos millonarios de contusiones provocadas por una lapidación hecha de ladrillos que manchan nuestra sangre de rojo.
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